sábado, 10 de enero de 2009

Noche de Sábado

Sábado noche, ningún plan, ninguna cita, nadie que me acompañe de la mano, solo el cálido ronroneo del pequeño calefactor de Eloísa. Paz, tranquilidad, silencio y un armónico susurro que despide el televisor de Flor, jamás pudiera haber imaginado encontrar un estado tal de relajación propio de un retiro espiritual, que se pare el tiempo, que todo se vuelva estático. Hace muchos muchos años, cuando tenía trece años, mis padres y yo fuimos a un gran centro comercial, de compras obviamente, hacía a penas un par de meses que me operaron de los pies y lucía una totémicas escayolas que cubrían toda la pierna, el cansancio y la indecisión de mis padres por comprar qué televisor me hicieron sucumbir a la fatiga y caí desplomado al suelo, fue entonces mi primera experiencia con la falta de consciencia, un estado de despreocupación y tranquilidad tal que lejos de parecer una situación traumática llego a ser toda una experiencia espiritual digna de los más místicos practicantes.
Éste es mi sábado.

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